miércoles, 1 de octubre de 2008

Otoño


La lluvia es la sonrisa del otoño. El frío quiere comenzar a entrar en el día y la luz se despide con más premura. Los escritores engullen estas tardes. El resto de los mortales nos tapamos los oídos ante los cantos de sirena entonados por el síndrome posvacacional. No podemos caer en sus redes.
Este otoño parece ser diferente. La crisis financiera pretender teñir de oscuro nuestras vidas. Los versos de la desesperación se escriben en Wall Street. Y cada vez más personas se suman a recitarlos. La crisis comenzó por algunas escenas de comedia y ahora quiere adentrarnos en un drama. Y uno no quiere participar ni de figurante, pero nada, que nos obligan a ser protagonista.
Ya Baltasar Gracián hizo de la prudencia un arte, y nosotros debemos apelar a ella de forma decidida. A las personas comunes la economía nos debe preocupar un sueño menos que a los hacendados. Cada uno debe vivir por debajo de sus posibilidades y por encima de sus miedos.
La depresión del bolsillo tiene afán conquistador. No sólo quiere meter frío en nuestro maltrecho cuerpo sino que quiere distraer nuestra cabeza. Las emociones tienen forma de billete de cinco euros y nuestro miedo se asemeja cada vez más a una pobre cuenta corriente. Y eso no puede ser.
De las crisis económicas no se salen con euros o dólares. El calor del corazón, el color de la imaginación, la dulzura de la mano amiga y la determinación de una voluntad de hierro saben más de soluciones que la reserva federal americana.
Saldremos de ésta como hemos salido de tantas. No me cabe ninguna duda. Bienaventurados los que viendo el vaso medio vacío, no se sientan, y buscan un grifo para llenarlo.
El euro dejó pequeña a nuestra amada peseta, el euribor se coló en nuestras pesadillas, y los bancos de inversión quisieron oscurecer nuestros sueños. Nuestras preocupaciones invitaron a que se adelantara el final de mes al día 15 y así claro. Pero no perdamos la calma.
Estos meses convulsos nos deben hacer de nuevo disfrutar del sabor del agua, de la relectura de nuestros libros favoritos e incluso podremos salvar nuestros matrimonios y amistades múltiples, porque no habrá mayor celebración que la de una conversación tranquila.
Demos la bienvenida a este otoño que como todo buen bolero sólo será eso, un ritmo de tres tiempos en un compás que afortunadamente siempre tiene fin.