miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz 2010


La carrera de este 2009 llega a su fin. Cada uno sabe lo que le ha costado. Cerramos la puerta y pensamos en el nuevo recorrido que emprenderemos en el taxi de la vida en el próximo año. Nos gustaría gozar de todo tipo de venturas y vivir momentos de felicidad como humanos que somos.
Pero la realidad es tozuda, y la verdad de nuestras vidas nos pone un espejo que nos obliga a mirarnos. Seguro que la adversidad será protagonista el año que viene, los momentos duros nos intentarán inmovilizarnos y la desesperanza querrá colarse por alguna de las rendijas de nuestra alma.
Siendo todo esto cierto, debemos intentar ser audaces, valientes y sobre todo auténticos. No tengamos expectativas de reyes y esfuerzo y trabajo de lacayos. No pensemos en nosotros y después en los demás. Queramos y dejémonos querer. Pensemos en proyectos grandes y participemos en ellos, sumándonos a los esfuerzos de las personas generosas.
Les deseo un 2010 a la altura de sus desvelos y esfuerzos. Feliz año nuevo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El regalo de Navidad


El regalo de Navidad es un anticipo del cielo. Nos devuelve a la parte mágica de la vida. La de la ilusión, la de la esperanza, la del cariño, la de la tranquilidad, la de la confianza. Siempre hubo regalos en Navidad, hasta que éstos la secuestraron.
La noche de Reyes Magos es una noche de bodas periódica Intensa, mágica, esperanzada y sobre todo, compartida. No podemos renunciar a ella porque no nos reconoceríamos. Los enterradores de la ilusión no podrán dar sepultura a esta tradición que pasamos de padres a hijos.
En estos momentos en los que la cordura y la mesura en el consumo deben ser protagonistas, me atrevo a lanzar una serie de ideas que pueden ser convertidos en regalo sin invertir ni un duro.
A los que tienen hijos como el mío de 6 años, o en rango de edad parecido, regalenle el juguete con el que ustedes jugaron con esa edad. Deben explicarle la historia del mismo y escribírsela para que así sus majestades de Oriente se lo puedan hacer llegar. No lo olvidarán nunca.
A sus padres, a sus tíos, a sus mayores, regálenles fotos antiguas con ellos. Ahora es sencillo reconstruirlas, reparárlas. Póngales algo personal y bonito en el dorso de las mismas. Las fotos son el descanso de la vida.
Para sus parejas busquen algún objeto que tenga un significado especial para ustedes. El bolígafo que le regaló en la facultad, el pañuelo que le dió un San Valentin. Siempre debe ser algo muy significativo y evocador. Deben envolverlo en una caja bonita que contenga una nota que sea emotiva y auténtica.
Y finalmente, no olvide a sus amigos, propóngase no mandar "sms", llámelos y dígales que los quiere, y sobre todo que los necesita.
El último regalo debe ser para el desconocido, para que el que no tiene la suerte que tenemos nosotros. Rece una oración por él.
No se quejarán, todo barato, barato.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

La Navidad


La Navidad en Occidente nos invita a ser el hermano mayor que siempre quisimos ser. Digno, justo, libre, vulnerable, sensible, accesible, amoroso, veraz y humano. Y todo esto no es por mera casualidad. La civilización occidental que comenzó a andar con el amor a la belleza y las ideas nobles de los griegos y la administración y justicia romana, conoció el hecho histórico del nacimiento de Jesús en Belén, el Dios hecho carne. Por ese niño Jesús, y la transcendencia de su mensaje, la Navidad para cada uno de nosotros es especial.
Es un momento para reencontrarnos con nuestra mejor versión, para evaluar nuestra vida y retomar nuestras tareas con ideales más elevados que los que nos confunden en el día a día. Es un tiempo para a amar sin límites, pero sobre todo para ser amado. Y eso nos encanta.
Me niego a creer que la Navidad tenga algo que ver con las luces de las ciudades, la escalada consumista, las comidas de empresa, el "gordo" o el "calvo" de la lotería o los calendarios horteras de bomberos y demás parroquianos. Me sublevo por principios y por no pactar con lo hortera.
La crítica a la Navidad es una carga de profundidad contra nuestra civilización occidental, que asume sus miserias y equivocaciones, pero que señorea sus logros. El reconocimiento y defensa de la dignidad de cada hombre, de todos los hombres, en nuestros días y en la historia que le reste a la Humanidad se lo deberemos a ella. La posmodernidad con su afrenta a la verdad y el multiculturalismo excluyente, hijo de la misma, sin duda hacen más daño que el capitalismo feroz. Pero no podrán con nosotros, porque cada día seguiremos queriendo ser mejores, y en Navidad, más si cabe.
Feliz Navidad a todos.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La pena de Diego


Los primeros cantos de los pájaros del jardín de mi casa me despiertan a diario. Tras enfrentarme a las exigencias del necesario aseo, el siguiente sonido que escucho cada mañana es la voz de mi mujer. Antes de marcharme a trabajar beso a mi hijo y me quedo con el olor de su inocencia por estrenar. No puedo pedir más.
Seguro que algo parecido le debía ocurrir a Belén la madre de Aitiana. Vívían en Parla felices junto a Diego, el novio de mamá. Todos provienen de familias sencillas. La vida le había dado duro, y Diego, que es albañil, tuvo que dejar descansar por un tiempo a su palustre. La dichosa Justificar a ambos ladoscrisis lo había echado de su tajo. Le salió trabajo a Belén, e iniciaron una nueva vida en Tenerife. Aitiana era feliz, su madre se despedía cada mañana de ella y Diego aprendía a ser un padre necesario y cercano.
Todo fue bien hasta que la niña se cayó de un columpio. Por las heridas de esa caída finalmente falleció. Alguién confundió el origen de esas lesiones y a Diego se le acusó de violador y asesino de su niña.
La autopsia reveló la realidad de las cosas, pero Diego fue juzgado previamente y además fue condenado por todos. Le mostraron las fotos de la autopsia de su niña y recibió un trato inhumano.
Aitiana está enterrada, Belén llora su pérdida y Diego se muere de pena.
¿Qué sociedad estamos creando entre todos? La sencillez no puede estar en el banquillo y los reyes del morbo salirse de rositas. Algo hay que cambiar.